domingo, 6 de octubre de 2013

Crítica: ‘Runner Runner’

Por: Juanma González

Atención a ‘Runner Runner‘, que podría situarse si nada lo impide como uno de los peores largometrajes estrenados por Hollywood en 2013. La película de Brad Furman, autor de la superior ‘El inocente’, es un thriller ambientado en un escenario atractivo y con un trío de actores remarcable, cada uno por razones diferentes. Justin Timberlake, como sabemos, trata de lanzar su carrera cinematográfica más pronto que tarde, y lo cierto es que no le falta ni carisma ni tablas. Ben Affleck, mediocre actor, presenta aquí un cambio de registro como villano que en su actual etapa de gracia como director, podría tener su gracia. Y qué decir de Gemma Arterton, una buena actriz que desborda atractivo y además sabe transmitir personalidad.

Pero he aquí que ‘Runner Runner‘ desaprovecha todas y cada una de las posibilidades que ofrecía su historia, quizá convencional pero al fin y al cabo entretenida, a cambio de la consecución de un telefilme de sobremesa lujoso y un tanto hinchado que ni siquiera hace el intento de rentabilizar su potencial comercial. Ah, y con ESA voz en off para, ya saben, darle un toque moderno y hasta psicológico, pero que ya hemos oído antes y que aquí no lleva a ningún sitio en absoluto.
No hay nada en esta simplicidad que permita disculpar a la película de Furman. En ‘Runner Runner‘ no hay una especial precisión narrativa ni un afán de recuperar alguna firma del thriller de serie B -con sus limitaciones presupuestarias y temáticas- que nos permita darle al coco y justificar en ella algún desvío interesante. Tampoco un sentido del humor negro con segundas intenciones, o un desvarío de acción estrepitosa que al menos colme nuestros sentidos. Nos encontramos ante el puro y duro producto de la desgana artística y comercial y -permítanme imaginar un poco más- con un estudio un poco embobado y embarcado en una búsqueda desesperada de relleno para ensamblar un tent-pole con otro.
En ‘Runner Runner‘ el guión parece un mero esquema de lo que podría haber sido una producción más interesante y trepidante, si bien tras un par de reelaboraciones y revisiones a cargo de otro autor. Pero ni la escasa agudeza del texto, que se limita a sacar partido de un “high concept” convencional, ni la propia puesta en escena de Furman (que sólo se dedica subrayar los colores saturados para indicarnos que estamos en un lugar muy, muy exótico) nos libran de una película sin tensión, erotismo o acción, y que resulta simplemente anoréxica. Me pregunto qué habría sido de ella de haber caído en manos de un realizador con garra para esta clase de productos. Te echamos de menos, Tony Scott.

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