lunes, 8 de julio de 2013

Un interesante thriller político y psicológico

Por: Natalia Laube


Ficha técnica: Luz verde / Texto: Mike van Graan/ Traducción: Patricia Labastié/Intérpretes: Leonora Balcarce, Carlos Da Silva, Marcos Moreno Martínez, Verónica Mc Loughlin, Vicente Santos/ Vestuario: Mariana Paz/Escenografía: Magalí Acha, Soledad González/Iluminación: Magalí Acha, Lucas Orchessi/ Música:Joaquín Bonet/ Asistencia de dirección: Luciano Percara/ Producción: Silvia Barona, Nikki Froneman/ Dirección: Joaquín Bonet/ Duración: 80 minutos/ Sala: Teatro Payró, San Martín 766/Funciones: los domingos, a las 19.

Nuestra opinión: buena
No siempre volver a casa después del exilio significa recuperar la paz. Muy lejos de la lectura común que asocia la emigración por motivos políticos con un desarraigo doloroso y la vuelta con la recuperación de la integridad, Luz verde , el primer texto del dramaturgo sudafricano Mike van Graan en escenificarse en Buenos Aires, se anima a contar una historia menos tranquilizadora sobre el proceso de paz sudafricano.
Gabby Anderson (Leonora Balcarce) es una mujer blanca y progresista, casada con un político negro -cuyo partido no se menciona, aunque la referencia al Congreso Nacional Africano es directa- obligado a exiliarse con su familia en Alemania durante el apartheid . La obra está situada unos años más tarde, en 1999, en una Sudáfrica que está recomponiendo su tejido social. Gabby ha vuelto con su familia a Ciudad del Cabo, su esposo se convierte en ministro, y ella, en la asistente de un ascendente funcionario. La sensación de estar viviendo un sueño, sin embargo, es breve: entre un marido hiperocupado en "cambiar la historia de Sudáfrica" y la muerte sorpresiva del hijo de la pareja, la familia de Gabby se desmorona; más tarde, un abuso sexual por parte de su jefe la llevará a tomar la decisión más difícil de su vida: ¿debe denunciar su caso en busca de justicia o callar para no perjudicar la imagen del partido a poco tiempo de las elecciones presidenciales? Gracias a la inclusión del personaje de Anna, la amiga abogada y feminista de Gabby (Verónica Mc Loughlin), el texto esquiva con inteligencia la falsa dicotomía entre justicia privada y bien público. Para Anna, el concepto es claro: penar un caso de violación en un contexto de violencia hacia las mujeres forma parte de la lucha por un país mejor. El thriller político y psicológico se vuelve, con este componente, más interesante.
La puesta de Joaquín Bonet se construye sobre un gran acierto y una decisión que la complica. Por un lado, la precisa dirección de los actores da como resultado personajes que aportan una energía propia y significativa a cada escena. Esto se nota y se disfruta, sobre todo, prestándole atención a la dupla femenina: mientras Gabby parece atravesar cada situación con la mirada perdida y una fuerza que se está agotando, su amiga Anna se impone desde el cuerpo y desde la voz en el mundo de los hombres. Sin embargo, la apuesta por un realismo y la convicción de que exponer conviene más que insinuar terminan por debilitar el thriller. De esa manera, cuando Leonora Balcarce dispara un arma y Vicente Santos cae muerto, el pacto con los espectadores acerca del suspenso de la pieza se fuerza demasiado: debemos creer para que la historia siga, pero cuesta. Bonet olvida que todo arte escénico que no abraza su condición metafórica y se empeña en imitar los recursos del cine suele llegar a la guerra con más de una batalla perdida.

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