lunes, 29 de julio de 2013

Karita Mattila y la magia del canto de cámaraLa soprano finlandesa, junto al pianista Martin Katz, hará una suerte de visita guiada por la música vocal del romanticismo

Por: Pablo Kohan


No hacen falta estadísticas puntuales ni confirmaciones de exactitudes irrebatibles para ratificar que, en general, los públicos, mayoritariamente prefieren los conciertos sinfónicos a los de cámara o la ópera a los recitales vocales. Sin embargo, quienes asisten a una buena presentación en la que participa un grupo reducido de instrumentistas puede satisfacer, y ampliamente, a las almas más exigentes que se conforman y regodean con los detalles, la buena música y esa intimidad que se genera entre un ensamble de cámara y quienes se reúnen para verlos y escucharlos. 
Esta noche, y la del miércoles, en el Colón, es de prever que pueda generarse unos de esos momentos mágicos en los que una cantante, sola, con un piano, produzca un maravilloso recital de cámara. Ni más ni menos que Karita Mattila, la maravillosa soprano finlandesa, estará, para el abono del Mozarteum, junto a Martin Katz.
Con el canto vocal de cámara, a diferencia de cualquier otro recital instrumental del mismo calibre, siempre se suscita la duda sobre el repertorio que se ofrecerá. Para tríos, cuartetos o violín y piano, por ejemplo, hay una inmensa literatura escrita para elegir y tocar. Lo mismo con el repertorio de canciones, infinito, variadísimo e inabarcable por donde se lo mire. Pero los cantantes, en gran proporción, escogen también arias de ópera que, extrapoladas de su lugar de origen, podrían, supuestamente, perder alguna significación al ser trasladadas de su lugar de origen a un concierto de cámara. 
Esto, además del hecho de que la orquesta, potente y multitímbrica, es reemplazada por un piano. En realidad, ni bien ni mal, la decisión es tan lícita como no pecaminosa y todo pasa por el modo y la calidad de la interpretación. Desde innumerables placas discográficas o en programas radiales, nos hemos acostumbrado a escuchar arias, aisladas de las óperas a las que pertenecen, sin que nadie sufriera colapsos demasiado serios. Es una práctica largamente aceptada cuya resultante es que un aria deviene en canción. Y así transformada las similitudes entre una y otra son muchas. Tanto una canción como un aria narran una historia. Una, autosuficiente y completa en sí misma desde origen. La otra, también, aunque dentro de una epopeya más extensa. Pero si el canto y la expresividad fluyen y apuntan a la esencia, nadie saldrá dañado; más bien, todo lo contrario.
Karita Mattila, una soprano que acumula premios, condecoraciones y un reconocimiento internacional unánime, con una larguísima actividad operística en los mayores y más prestigiosos teatros del planeta y con una destacadísima trayectoria de recitalista, se ha centrado, para estos dos conciertos, en un repertorio de canciones románticas entre las cuales se interpolarán dos arias. El concierto arranca con cuatro canciones de Brahms, entre las que se encuentran la celebérrima Canción de cuna y la bellísima Del amor eterno , y continúa, en otro territorio y con otro estilo, con la poética de Henri Duparc, un refinadísimo compositor francés, valorado y recordado, precisamente, por sus canciones. Y para cerrar la primera parte, Mattila cantará "Sola, perduta, abbandonata", un aria de Manon Lescaut , la ópera de Puccini.
En la segunda, sólo nos encontraremos con dos compositores. Era lógico y previsible que en un recital de una soprano finlandesa hubiera música de Sibelius. Serán, apenas, tres canciones de un corpus muy extenso y tan digno como poco conocido. Y después, Mattila cantará la maravillosa "Canción de la luna" de la ópera Rusalka , de Dvorák, y, también del compositor bohemio, el ciclo completo de las Canciones Gitanas op. 55.
En definitiva, Karita Mattila hará una visita guiada por la música vocal del romanticismo cantando en alemán, francés, italiano, finés y checo. Y en función de su capacidad y su reconocido talento no es de imaginar que este recital sea apenas un paseo turístico por las beldades de una época, sino un verdadero acontecimiento musical, una vivencia de esas que sólo pueden aportar los recitales de cámara. Las condiciones están dadas. Es de esperar que así acontezca.

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